«¡Hola! Soy Rosita, la logopeda de Proyecto Empar.»
Esta frase se ha convertido en una de mis favoritas últimamente. Me siento muy orgullosa de mi trabajo.
Cuando una persona se siente realizada, tanto a nivel personal como profesional, no hay nada más bonito que compartirlo con los demás.
Mi historia como logopeda
Empecé a amar la logopedia cuando mi padre tuvo problemas médicos que le hicieron necesitar terapia. Ver cómo una logopeda logró que mi padre, que apenas hablaba, volviera a comunicarse, fue mágico.
La logopedia no era parte de mis planes iniciales, pero la vida me llevó por este camino. La crisis económica me dejó sin trabajo, y decidí estudiar de nuevo. Tenía claro que si volvía a estudiar, sería para ser logopeda, y aposté todo por ello.
Tras mucho esfuerzo y superar una pandemia llena de retos, logré mi objetivo. Mi carrera fue como un maratón: difícil, pero gratificante.
La realidad tras los estudios
Al terminar la carrera, me di cuenta de que aún no sabía lo suficiente. La teoría no siempre prepara para los casos reales.
Por ejemplo, atender a un paciente con afasia motora puede ser desconcertante. Aunque tienes las bases teóricas, la realidad te enfrenta a nuevos desafíos que exigen adaptarte y ser resiliente.
Estas experiencias no solo me han hecho crecer profesionalmente, sino también como persona. Trabajar con personas con discapacidad te enseña a transformar las dificultades en fortalezas.
Un trabajo de responsabilidad y empatía
En este trabajo siempre hay que recordar que tratamos con personas, no con números o diagnósticos. Si cometemos un error, podemos afectar tanto al paciente como a su entorno.
Además, tenemos la misión de mostrar al mundo que las personas con diversidad funcional son, ante todo, personas. Sus necesidades no las hacen menos valiosas ni sus herramientas de apoyo las definen.
La recompensa del esfuerzo
Cada día es un desafío, pero también está lleno de pequeñas victorias. Hay días difíciles, en los que los pacientes están cansados o frustrados. Pero un avance mínimo, como un fonema bien pronunciado o una palabra dicha por primera vez, lo cambia todo.
Esos momentos hacen que todo valga la pena. Son instantes que te llenan de felicidad y orgullo, y hacen que vuelvas a casa con una sonrisa.
Gracias, Proyecto Empar
Estoy muy agradecida por formar parte de Proyecto Empar. Aquí cuidamos de personas, porque ese es el verdadero propósito de nuestra labor.
Gracias por permitirme ser parte de este trabajo tan maravilloso.
